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AMAYA BLANCO GARCÍA, licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada, actualmente trabaja en la Diputación de Cádiz en un programa de cooperación al desarrollo entre la provincia de Cádiz y el norte de Marruecos.
Sus poemas y traducciones de poesías han sido publicadas en varias revistas como Extramuros, Alhucema, Letra Clara, Piedra del Molino, etc.
POÉTICA: Para mí la poesía es una voz interior que me explica quién soy, un artífice que me desvela mis propios secretos, un sabio que descifra ese otro lenguaje sin palabras ni sonidos con que habla mi alma, un compositor que viste de música los mensajes silenciosos que bogan en el fondo marino de mi propio misterio.
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De tránsito
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En el tiempo del tránsito
eres tú la estación de mi certeza,
tras el humo de rostros
y el olor de vagones desvelados,
en la carrera de las sumas
donde aves salvajes siempre nos sobrevuelan
nos cruzamos al parar los relojes
yo, gato pervertido,
tú, sol de incertidumbre
y sabemos
que en la estación oculta, ajena a coordenadas,
por siempre volveremos a encontrarnos.
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Puerto de Tánger
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La oscuridad llovía en el vacío
como el mantón atroz de los secretos
y la noche calaba los lugares ocultos
donde se amancebaba la inocencia.

Todos, desde su esquina, se miraban
pero nadie veía nunca a nadie.
Los peces clandestinos olvidaban sus nombres
y las aguas, de oscuras, eran sangre cuajada.

Mas tan solo los gatos -habitantes
celestes de la noche-
iluminaban con sus ojos-faros
-dos relámpagos ciertos-
las almas transparentes de los hombres rendidos.
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Café Hafa
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Los verdes y sedosos
labios salados del Estrecho
nos atraen con voces submarinas.

Nosotros, hermanos hace siglos,
apretamos los dientes
y nos damos la espalda.

Al punto, la otra orilla
nos devuelve el reflejo
certero de nuestra ignorancia.
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Estrecho de Gibraltar
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Y nos separan doce soledades,
doce lenguas de mar irreverentes,
doce desamparadas oraciones
y una valla elevada en nuestra mente.
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Monte Kasium
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Mi corazón, canto rodado,
se quedó entre tus pliegues una tarde perdida.
Desde los alminares
las voces comenzaban a desgarrar las sombras
y las luces, despacio,
extendían su calma a los inquietos.

Mientras tanto, a tus pies,
la rosa de Damasco
se abría y su perfume
nos hacía imaginar otra tierra.






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