CELIA BAUTISTA (Riotinto, Huelva, 1953) es catedrática de Lengua y Literatura Española en un instituto de Majadahonda (Madrid). Galardonada con el Carmen Conde de los años 2001 y 2005, ha participado en la Antología Colectiva de la editorial Torremozas de Voces Nuevas del año 2000. Ha publicado El ritmo de las sombras, que le valiera el VII Premio de Poesía “Leonor de Córdoba”. Poemas suyos han aparecido en algunas antologías y revistas (Cuadernos de Roldán, de Sevilla, en su número dedicado al Guadiana; en Experimento Poético y en el número 10 de La hoja azul en Blanco, revista del grupo Verbo Azul, al que pertenece).
POÉTICA: La escritura para mí es un instrumento de conocimiento, me ayuda a poner orden en mi caos.
Necesito indagar en el silencio para crearme un ambiente propicio y para descubrir, con la luz que nos regala, las verdades instantáneas que oculta. Las únicas verdades que para mí tienen sentido.
Otro de mis temas recurrentes es el tiempo, como fuente generadora de vida. Y cómo no, las palabras y el lenguaje. Ese gran misterio del lenguaje.
El ser senderista me ha hecho vivir la naturaleza muy de cerca y descubrir su gran atractivo estético.
También me mueve la denuncia de las injusticias sociales y, finalmente, indagar en los sentimientos de una mujer que, desde la cima del medio siglo, mira lo que ha sido y sueña lo que está siendo.
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Lo digo, sí, lo digo
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Nunca me supe hembra
hecha según modelo que ordenaron los siglos,
con esa regla tácita que impone la costumbre.
Nunca asumí los cánones que me idearon dócil.

Tampoco, no creáis, quise ser diferente.
Me sentí portadora de un proyecto de vida,
dueña de una pregunta que bullía en mi centro.

Quise tejer palabras para abrigar vacíos,
quise encontrar la fuente para saciar mis dudas,
quise ser barro blando en las manos del viento
y jamás pedernal del cincel de la Historia.
Tampoco fue la ciencia carnaza apetecible.

Sólo me deslumbró la intuición del verbo
que busqué hasta el pecado por cualquier precipicio.
Sólo fue la palabra mi maestra en la vida.
De ella me serví para forjar mis sueños
como cedazo tenue que filtrase mi alma.

Por ella me expulsaron en más de una ocasión
del dulce paraíso, la patria de los justos
que se ciñen las normas diseñadas por otros.

Si alguna vez me vieron extraña, diferente,
fue por mirar al Norte persiguiendo una estrella,
celosa de su brillo. Lo digo, sí, lo digo.
Siempre me atrajo Eva y su tenaz empeño
en desvelar lo oculto. A ella es a quien debo
la desnudez humana que intento mitigar
con un cendal tejido de brasas de poemas.
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***************************A ese hombre de gris, silueta etérea (…)
***************************le conozco muy bien.
*************************************V. Martín
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A ese hombre de gris, silueta etérea
con mascota de sueños, le han crecido
enebros y eucaliptos en los labios
y mira con el brillo que derrama,
catarata de luz,
el volcán en activo de la noche.
A ese hombre que fue
un niño de ojos nuevos que veía
partir a las cigüeñas cada invierno
le conozco muy bien.
Gondolero de ausencia en el asfalto
recorre los canales del silencio
en busca del ayer, mientras se muere
como los caracoles que no encuentran
los juncos de la infancia.
Yo lo he visto nadar
en un océano
de ilusiones de sal y hacer un pacto
con miles de gaviotas que lo lleven
hacia ese punto exacto en el que el mar
ofrece al cielo en llamas
cada tarde
un ramo de corales.
Y si queréis más señas para localizarlo
oculta en sus bolsillos un tesoro
de almendros y cerezos
que florecen
al ritmo de su voz y entre sus frutos
destacan en aroma
sus poemas.
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Matemos a la luna
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Alguien podría decirme, si le hablara
de la luna de julio
que es un lugar común.
Que eso es cosa de friquis,
pero no de poeta - a estas alturas -
Que incluso Marinetti le apuntó
con su dardo de hiel
el día de su ataque futurista.
Por eso, no temáis
me callo
y no os altero.
Me guardo para mí el besazo blanco
que a eso de la una me rozó
en la Bola del Mundo.

Tal vez se lo lanzara la noche polifema
a alguna de sus ninfas.

Más de mil vi tomando
baños de fuego y nata
por los alrededores de Madrid.
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Me gustaría saber - cuando tú puedas –
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*******************************Para Andrés Hiniesta, in memoriam
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Ya sé que, ahora, tendrás
otras cosas que hacer. Pero, algún día,
cuando hayas recorrido el infinito,
acuérdate de mí
y dime de algún modo
cómo son sus montañas y sus mares.

Si estás muy solo allí
o, si por el contrario,
las nuevas plenitudes
con que, ahora, convives,
no dejan un resquicio al desamparo.
Y si encontraste, al fin, la luz que habías buscado
con afanoso empeño entre nosotros.

¿Y el silencio?
¿A qué sabe el silencio?
Cuéntame
a qué suena su luz, al ser eterno.

Y cuando estés delante
de la fuente del tiempo y el espacio
descríbeme su rostro
- si en el silencio cabe -.

Te repito,
tómate todo el tiempo necesario
hasta encontrarte a gusto.

Pero quedo a la espera con el oído atento.

Sabes que soy curiosa y, como tú,
me gusta siempre ir
un paso más allá de lo que veo.

Acaricio el vacío que nos deja tu voz.

Recibe donde estés
un nuevo beso.
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