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FRANCISCO MORALES LOMAS. Presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios que concede los Premios Andalucía de la Crítica. Doctor en Filología Hispánica, licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, profesor de la Universidad de Málaga y catedrático de Lengua Castellana y Literatura en I.E.S. Dramaturgo, narrador, poeta y ensayista. Ha sido finalista del Premio Nacional de Literatura (Ensayo) en 2006 con su obra Narrativa andaluza fin de siglo y en los años 1998, 1999 y 2002 del Premio Nacional de la Crítica con Aniversario de la Palabra, Tentación del aire y Balada del Motlawa; y del Premio Andalucía de la Crítica en 1998. Premio Joaquín Guichot de la Consejería de Educación y Ciencia. Premio de Periodismo del Ministerio de Economía y Premio Doña Mencia de Salcedo de teatro. Ha publicado cuarenta obras literarias.
POÉTICA: Mi poema nace de la comprensión de la realidad y su modo de interpretarla. La indagación en el yo como forma de integración en el mundo y sus conflictos. Una poesía solidaria y humana, que integra al sujeto y a la colectividad tanto como al sueño y a la cotidianidad, con el pretexto de la orientación emocional y de la inquietud por lo que me rodea. Poesía turbadora que aspira a la libertad y la esperanza.
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El espejo vacío

No hay pájaros, amigo, sino dulce nostalgia
de un momento. De un mundo extinguido en sus himnos.
En su patria doliente, desconcertada y mísera.
Acaso sea el signo de los tiempos, su brillo,
su incontinencia lúgubre, su lujuria de fábula.
Tiempo de pobres tercos con su idealismo,
su rama de olivo, su hambre de adelantados
en la tierra del blanco. Soñadores, mendigos,
candorosos esclavos que aceptan en silencio.
Su mundo es otro mundo, la razón del vencido,
el estigma hiriente de un sueño ahogado.
Se apodera de mí el ingenuo delirio
de su mundo lejano y de aciagas travesías.
El viento se estremece, hombres odiados, temidos,
navegantes ingenuos, misterio de los mares.
Quiero irme con vosotros y con vuestro delirio.



Cielo azul de mi infancia, los árboles distantes,
la vida, que despierta de un profundo letargo,
se rebela suave en su impávida belleza.
Miro al mar sin dueño, sus celajes de sal,
el sueño de la arena, su memoria de rosa
seca que dulce embriaga la bondad de este canto.
Por un momento soy Dios en la calma suave
de las olas que laten junto a mí con dulzura.
Y soy nube en el aire cálido de la tarde,
la mies que ondea y danza su eterna sinfonía
de olorosa tierra que ha vencido al tiempo
y sus desgastes. Tiemblo como el primer día
que mis ojos tomaron el aliento del sol,
y siento que también yo soy un sueño lejano
que de tarde en tarde llega hasta mí y palpita
y corea ufano la alegría de ser.



Todo es confusa noche cuando te doy el último
abrazo y el abismo se apodera de mí
con sus umbrías sombras. Y tu gastado tronco
se ahorma entre mis brazos como muro derruido.
Tu jardín, si brillante en el pasado, reposa
mustio entre las jóvenes ramas que te sostienen.
Lo que no acerté a ver, ahora lo veo
más claro y transparente: que se te va la vida,
que se te ha ido rápida y libre como el viento,
y no quiero dejarte sola como me dejas
tú ahora. Te llevas en un suspiro todo:
la espesura del mar, sus confines, mi tiempo
marchito, el ansia alegre del que un día soñó,
la esperanza de creer que el sueño era posible.
Me ato a tu débil cuerpo, al muerto que seré,
y no puedo dejar de irme contigo, madre.




¿Mi muerte a quien importa o mi vida?
Me iré alegre, sé que nadie me apremia,
que nadie fuerza mi ida, mi silencio,
que no tiene alcance mi muerte ni audiencia.
Me hicieron un hombre libre y también
libre es mi paso. He amado la esencia
de las flores dulces, el amor, su luz,
y siempre fui fiel a los exégetas
de los francos sueños. Andar es mi sino
e inútil llorar el sol que alerta
mi ausencia, el mar con sus mansos peces.
Me iré una mañana de sol y candelas,
y nadie sabrá la tierra que ocupo.
El olvido deja siempre las colmenas
vacías y los labios cerrados en sombra
mientras de la muerte subo escaleras.



Vago de un mundo a otro, de ilusiones
me nutro y absorbo el ruido de los sueños.
Peregrino de olas inciertas que abonen
la espuma de vagas músicas y anhelos.
Ataviado de hambre persigo los dones
de la dulce tierra, el rayo de su cielo.
Y oigo que el misterio está cerca y el agua
sueña ante los dientes blancos del que aguarda.
Soy grito que mira en la distancia el oro
de algo vivo, el eco del viento, su gloria.
Me aferro al camino y salgo airoso
de su hierro nocturno que me aprisiona.
Y cada vez soy más canto heroico
que en la noche busca el himno que emociona.
No me habléis de sueños, ya los he vivido.
Vago de un mundo a otro, clandestino.

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